Empezando esta aventura

EMPEZANDO ESTA AVENTURA

Por fin aquí está la sorpresita que os venía anunciando estos días.

Espero que este espacio llegue a ser un lugar de encuentro interactivo; ese libro de visitas; el diario de bitácora en el que también vosotros reflejéis libremente vuestras impresiones y emociones, y así nos enriquezcamos todos.

¡Ojalá que os guste! Irene

lunes, 27 de agosto de 2012

Cuento de Luz


Hola a todos:

¡Cuento de Luz está que se sale! Acaban de premiar en Estados Unidos otros dos cuentos suyos: Gotas de Vida y Zaira y los delfines. Hoy sale publicado en Cinco Días este artículo y en el número de septiembre de Emprendedores también entrevistan a Ana Eulate
http://www.cincodias.com/articulo/empresas/literatura-infantil-ilumina-estados-unidos/20120827cdscdiemp_10/
Gracias Juan Alberto por el link!
Y Mamá se va a la guerra empieza a andar: hoy me han contactado desde una librería de Sevilla para interesarse en tenerlo.

Ana, me alegro muchísimo por tu éxito y porque me hayas invitado a formar parte de esta familia. ¡Gracias!

Muchos besos

Irene

miércoles, 22 de agosto de 2012

Amor humano, amor divino


Amor humano, amor divino

JUAN MANUEL DE PRADA


SEGURAMENTE no exista, entre todas las aspiraciones humanas, otra más noble y primordial que el amor; seguramente toda nuestra andadura terrenal puede resumirse en el deseo de amar y ser amados. Pero ¿qué es exactamente el amor? Poetas, novelistas, antropólogos, filósofos, han tratado con mayor o menor fortuna de dar respuesta a esa pregunta que tal vez no sea sino el intento de explicar la razón del vivir, pues una vida sin amor es una vida sin sustancia y sin norte, condenada a la esterilidad y a la desesperación. Muchas son las expresiones del amor humano, de esa necesidad que las personas tienen de estar ligadas entre sí, de vivir unas por otras y para otras, de encontrar esa comunión que restablece la armonía de lo creado; pues, en efecto, nada hay en el mundo que exista de forma aislada o independiente. Existe un amor dirigido a nuestros semejantes, que es caridad; y patriotismo, si tales semejantes son, además, copartícipes en un proyecto social y político. Existe el amor nacido de los vínculos de la sangre: amor paternal y maternal, amor fraternal y filial. Y existe, naturalmente, la amistad, que tal vez sea la forma más desinteresada de amor, pues nace de una sintonía espiritual con alguien a quien elegimos entre muchos.
Pero, de entre todas esas expresiones, seguramente no haya ninguna que nos reconcilie tanto con nuestra naturaleza de criaturas como el amor erótico entre un hombre y una mujer. Lope de Vega acertó al describir ese cataclismo interior que se produce en cada uno de nosotros cada vez que nos enamoramos, en un soneto célebre que comenzaba así: "Desmayarse, atreverse, estar furioso, / áspero, tierno, liberal, esquivo, / alentado, mortal, difunto, vivo, / leal, traidor, cobarde y animoso". Pero, y después de ese cataclismo, ¿qué ocurre? Porque la fuerza arrasadora de un estado afectivo como el que nos describe Lope no garantiza, bien lo sabemos, su duración.
El amor erótico tiene elementos comunes con la caridad o la amistad, pero a ellos se une un elemento carnal aún más poderoso que en el amor nacido de los vínculos de la sangre, un elemento de exclusividad recíproca que impulsa a los amantes a fundirse y hacerse uno solo. Este amor exige una plenitud sexual que sea al mismo tiempo una plenitud humana; es decir: debe reposar sobre el atractivo de los sexos, pero ser coronado por el espíritu. Cuando el espíritu no corona esa atracción sexual, el amor erótico se vuelve sexolatría (y, como tantas otras idolatrías, no tarda en amustiarse y fenecer); y cuando una idealización de lo espiritual trata de rebajar al rango de cosa vergonzosa la atracción sexual, el amor se pervierte, aunque adopte una máscara sublime. Es indudable que toda modalidad de amor se enfrenta a dificultades y necesita de purificaciones a veces desgarradoras para no languidecer, pero en el amor entre los sexos estas alternativas de luz y de sombra se verifican con mayor frecuencia e intensidad. La plaga de divorcio, que tantos hemos sufrido, así parece confirmarlo.

Al matrimonio parece haberle ocurrido lo mismo que a tantas instituciones morales, políticas y religiosas. En otro tiempo, tales instituciones estaban por encima de las personas que las encarnaban. Los cónyuges no deseaban tan sólo mantenerse fieles entre ellos, sino también mantenerse fieles al matrimonio. Mientras la institución matrimonial permaneció viva, fue un apoyo orgánico para los cónyuges; pero desde que ha degenerado en un puro formalismo legal, se ha convertido en una carga intolerable para muchos. Los cónyuges se han rebelado contra la institución, en una búsqueda de libertad o "realización personal" en la que el amor pasa a ser una especie de velo halagador para cubrir la divinización de la sensualidad y la exaltación del yo. El amor ha dejado de ser unión íntima de dos almas, para convertirse en sed vulgar de una felicidad superficial e inmediata, impermeable al deber; lo que acaba convirtiéndolo en una suma de dos egoísmos que entablan particular batalla; y aun en las parejas que escapan a esta batalla no pierde el egoísmo sus derechos: el amor hace nacer en ellas una especie de suficiencia eufórica, que no es sino un egoísmo individual. De este modo, los cónyuges no llegan a conocerse realmente: aman un fantasma que crean a imagen de su deseo; o, en todo caso, avanzan hacia una simbiosis de egoísmos, hacia un compromiso artificial entre dos almas que han llegado a ser extrañas y cerradas la una para la otra. A esta entronización del deseo personal y egoísta se suma una ruptura entre sexualidad y matrimonio, entre sexualidad y procreación, e incluso entre sexualidad y amor. ¿Cómo corregir esta deriva?
El amor sólo es grande y duradero en la medida en que lo nutren decepciones y dolores; desconocer lo que hay de fecundo en el dolor es la tara principal de esta época delicuescente. Ese estado de excitación o embriaguez de los sentidos que describía Lope corre el riesgo de desvanecerse como una ilusión cuando choca con las rutinas de la vida. La intimidad cotidiana resta brillo a las cualidades del ser amado; y, al mismo tiempo, hace resaltar sus imperfecciones y miserias. Entonces el amor corre el riesgo de hundirse en la aridez y la insatisfacción. Sólo el amante que aprende el realismo del amor puede sobrevivir al desvanecimiento de esa ilusión primera; sólo aquel que sabe salir de sí mismo para entregarse al otro, para sentirse ligado al otro, vencido por el otro, invadido por su destino, puede hallar la verdadera alegría del amor. El amor que vive de codiciar siempre nos deja, a la postre, hambrientos; el único amor que nos deja saciados es el que vive para darse.
Pero vivir para darse, sacrificarse por otra persona, amarla a pesar de sus defectos, incluso a causa de sus defectos, sólo es posible cuando el amor humano se conjuga y amalgama con el amor divino. El auténtico amor --escribía Thibon-- acoge al ser amado no como un dios, sino como un don de Dios; no lo confunde nunca con Dios, pero no lo separa nunca de Dios. Escribe Dante, al referirse a Beatriz: "Ella miraba a lo alto y yo la miraba a ella". Sólo así los esposos pueden conservar eternamente alma de novios. Y es que, para amar a un ser lleno de imperfecciones como somos cada uno de nosotros, es preciso amarlo más allá de sus propias imperfecciones, amarlo como mensajero divino de una plenitud que sobrepasa.

Desde Cádiz


22 de agosto de 2012

Son las tres de la mañana. Un año más estoy en las playas de Cádiz con mis hijos. Ayer me fui en tren a Madrid y he vuelto esta noche. Esta mañana tenía quimio y una madrugada más los corticoides le ganan la batalla al Orfidal. En medio de la ola de calor que azota a España, dentro de mi habitación el ambiente es insoportable. Me salgo al jardín y en cambio la atmósfera es húmeda y fresca. La marea está alta y las olas parece que rompen en el muro de la casa. Con todas las luces apagadas, sobre la playa levemente iluminada se levanta una suave bruma que intenta colarse hacia los jardines y que sin embargo no consigue eclipsar el maravilloso espectáculo del cielo sin luna y plagado de estrellas.

Por mi cabeza pasan mil historias a velocidad de vértigo. Todos los años que he estado aquí en verano, cada uno en circunstancias diferentes; guiones de películas de ciencia ficción; conversaciones pendientes con mi madre; la alegría de que mi hermana Susana haya podido finalmente venir a pasar unos días aquí conmigo; y la figura de Cristina. Pienso en ella y me emociono. En Madrid ha tenido un año muy duro: el trabajo, la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos con un ex marido que resta siempre que puede, una madre muy mayor y el dolor de saber que su mejor amiga está enferma. Y sin embargo siempre tiene una sonrisa, un gesto cariñoso, una broma para mí, un momento de venirse arriba aunque se encuentre mal. Entre mi hermana, su marido y ella, siento que mis hijos y yo hemos sido adoptados estos días.

Pienso en el día de hoy y en estos días de atrás. Quedadas, llamadas de teléfono, emails y chats de wassap constantes: Laura, Fernando y el otro Fernando, Fiona, Tochi, Juana, Nui, Vanessa, Estela, Alfredo, Alberto y el otro y el otro Alberto, Fede, Adri, Inés, Carol, Begoña, Estrella, Sol, Miguel y el otro Miguel, Ana y Anita, Belén, Thys, Plucha, Marisa, Antonio, Paz, Adolfo, Bea, Olga, Oscar, Curro, María, Val, Virginia…cada uno desde un punto del mundo y pendientes de mí. El inmenso valor de los amigos.

Hoy en Madrid día familiar con mis padres, siempre disponibles, mi hermana Laura y sus chistes, mi cuñada María Jesús que me ha acompañado al hospital, los sobrinos. Mi sobrina Susana ha cambiado su foto de perfil de Facebook para poner una de las dos juntas. El zalamero de Guillermito y una sesión de hacer trenzas a las niñas. Y mi ahijado Víctor, con sus veinitún años, participando en las conversaciones de los adultos y ya tan comunicativo con sus cosas. Me siento realmente querida.

Mi enfermedad no va bien aún. La agresividad de la radioterapia y la quimio que me dieron en junio parece que no han servido para nada bueno. En julio me hicieron las pruebas y los puñeteros rebeldes habían avanzado, aunque por suerte aún se concentran en el pecho. La operación se descarta casi definitivamente. Me cambiaron el tratamiento de quimio pero ya me han dicho hoy que posiblemente no sea el último. Este con pocos efectos adversos: un dolor muscular intercostal que se me va pasando con antinflamatorios, un pelín de cansancio, muy leve, al segundo día, unas heriditas en la axila que les cuesta cicatrizar y nueva caída del pelo. Este otoño-invierno se volverá a poner de moda el glamour de las pelucas y de la moda traída de Italia.

Estoy pasando un verano viajero, solamente salpicado por breves estancias en Madrid para los médicos: Cantabria, Italia, Huelva, nuevamente Santander, Tudela de Duero y ahora Cádiz. Sigo llena de vitalidad a pesar de los reveses de este puto cáncer.

Estar al aire libre y poder mirar un cielo estrellado es uno de esos recursos que me facilitan cambiar el estado de ánimo de manera instantánea, del bajón a la serenidad. Poder hablar con los amigos, de mis cosas, de las suyas y de las tonterías más tontas es otro de los recursos instantáneos para pasar de la serenidad a la alegría. Disfrutar de la comida y un buen vino o botellín helado (de Mahou por favor) mantienen mis análisis casi de libro. Estar con mis hijos, verles felices y comportarse como niños de su edad, disfrutar con sus ocurrencias, es el recurso más poderoso para no dejarme vencer en esta guerra.

Y llena de proyectos de futuro que me ilusionan. El cuento que por fin está ya disponible y con el que podremos hacer cosas interesantes este otoño, seguir escribiendo y en mente, un nuevo proyecto profesional. No estoy en condiciones de reincorporarme aún al trabajo, necesito dormir mucho y allí las cosas están francamente mal. No sé si cuando me sienta recuperada tendré aún mi puesto en la nueva N+1 – Mercapital. Lo que tengo en la cabeza es algo aún sin forma definida. Necesitaré algo de formación, pero creo que tengo lo más importante, que es la capacidad de empatía, comunicación y visión integral de los problemas. No tengo prisa, ya irá definiéndose más adelante. Si tienes claro a dónde vas, el cómo suele ir apareciendo solo.

No tengo costumbre de ver las noticias: si pasa algo importante siempre hay alguien que te lo cuenta. Tampoco leo los periódicos, es un principio inquebrantable que me viene de la época en que por obligación cada mañana a las ocho durante años tenía que leerme el Expansión, Cinco días, El País, el Mundo y el New York Times, y de tantos y tantos domingos y días de verano con un marido ausente, inmerso en  montañas de periódicos que se le acumulaban y que nunca dejaba de leer aunque fueran atrasados. Sin embargo, si alguna vez de tanto en tanto cae alguno en mis manos, suelo leer algún editorial o artículo que llamen mi atención. Hoy ha sido el ABC en el tren. Una reflexión sobre el amor y el matrimonio que por cierto comparto bastante. Habla de amor humano y divino. Yo a Dios no sé qué nombre ponerle, ni qué religión aplicarle, únicamente el convencimiento interno, llamémosle fe, de que existe e influye en nuestras vidas. Lo comparto con vosotros a modo de reflexión sobre las parejas.

Espero que estéis pasando un buen verano, allá donde estéis.

Besos,

Irene