Empezando esta aventura

EMPEZANDO ESTA AVENTURA

Por fin aquí está la sorpresita que os venía anunciando estos días.

Espero que este espacio llegue a ser un lugar de encuentro interactivo; ese libro de visitas; el diario de bitácora en el que también vosotros reflejéis libremente vuestras impresiones y emociones, y así nos enriquezcamos todos.

¡Ojalá que os guste! Irene

miércoles, 22 de agosto de 2012

Desde Cádiz


22 de agosto de 2012

Son las tres de la mañana. Un año más estoy en las playas de Cádiz con mis hijos. Ayer me fui en tren a Madrid y he vuelto esta noche. Esta mañana tenía quimio y una madrugada más los corticoides le ganan la batalla al Orfidal. En medio de la ola de calor que azota a España, dentro de mi habitación el ambiente es insoportable. Me salgo al jardín y en cambio la atmósfera es húmeda y fresca. La marea está alta y las olas parece que rompen en el muro de la casa. Con todas las luces apagadas, sobre la playa levemente iluminada se levanta una suave bruma que intenta colarse hacia los jardines y que sin embargo no consigue eclipsar el maravilloso espectáculo del cielo sin luna y plagado de estrellas.

Por mi cabeza pasan mil historias a velocidad de vértigo. Todos los años que he estado aquí en verano, cada uno en circunstancias diferentes; guiones de películas de ciencia ficción; conversaciones pendientes con mi madre; la alegría de que mi hermana Susana haya podido finalmente venir a pasar unos días aquí conmigo; y la figura de Cristina. Pienso en ella y me emociono. En Madrid ha tenido un año muy duro: el trabajo, la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos con un ex marido que resta siempre que puede, una madre muy mayor y el dolor de saber que su mejor amiga está enferma. Y sin embargo siempre tiene una sonrisa, un gesto cariñoso, una broma para mí, un momento de venirse arriba aunque se encuentre mal. Entre mi hermana, su marido y ella, siento que mis hijos y yo hemos sido adoptados estos días.

Pienso en el día de hoy y en estos días de atrás. Quedadas, llamadas de teléfono, emails y chats de wassap constantes: Laura, Fernando y el otro Fernando, Fiona, Tochi, Juana, Nui, Vanessa, Estela, Alfredo, Alberto y el otro y el otro Alberto, Fede, Adri, Inés, Carol, Begoña, Estrella, Sol, Miguel y el otro Miguel, Ana y Anita, Belén, Thys, Plucha, Marisa, Antonio, Paz, Adolfo, Bea, Olga, Oscar, Curro, María, Val, Virginia…cada uno desde un punto del mundo y pendientes de mí. El inmenso valor de los amigos.

Hoy en Madrid día familiar con mis padres, siempre disponibles, mi hermana Laura y sus chistes, mi cuñada María Jesús que me ha acompañado al hospital, los sobrinos. Mi sobrina Susana ha cambiado su foto de perfil de Facebook para poner una de las dos juntas. El zalamero de Guillermito y una sesión de hacer trenzas a las niñas. Y mi ahijado Víctor, con sus veinitún años, participando en las conversaciones de los adultos y ya tan comunicativo con sus cosas. Me siento realmente querida.

Mi enfermedad no va bien aún. La agresividad de la radioterapia y la quimio que me dieron en junio parece que no han servido para nada bueno. En julio me hicieron las pruebas y los puñeteros rebeldes habían avanzado, aunque por suerte aún se concentran en el pecho. La operación se descarta casi definitivamente. Me cambiaron el tratamiento de quimio pero ya me han dicho hoy que posiblemente no sea el último. Este con pocos efectos adversos: un dolor muscular intercostal que se me va pasando con antinflamatorios, un pelín de cansancio, muy leve, al segundo día, unas heriditas en la axila que les cuesta cicatrizar y nueva caída del pelo. Este otoño-invierno se volverá a poner de moda el glamour de las pelucas y de la moda traída de Italia.

Estoy pasando un verano viajero, solamente salpicado por breves estancias en Madrid para los médicos: Cantabria, Italia, Huelva, nuevamente Santander, Tudela de Duero y ahora Cádiz. Sigo llena de vitalidad a pesar de los reveses de este puto cáncer.

Estar al aire libre y poder mirar un cielo estrellado es uno de esos recursos que me facilitan cambiar el estado de ánimo de manera instantánea, del bajón a la serenidad. Poder hablar con los amigos, de mis cosas, de las suyas y de las tonterías más tontas es otro de los recursos instantáneos para pasar de la serenidad a la alegría. Disfrutar de la comida y un buen vino o botellín helado (de Mahou por favor) mantienen mis análisis casi de libro. Estar con mis hijos, verles felices y comportarse como niños de su edad, disfrutar con sus ocurrencias, es el recurso más poderoso para no dejarme vencer en esta guerra.

Y llena de proyectos de futuro que me ilusionan. El cuento que por fin está ya disponible y con el que podremos hacer cosas interesantes este otoño, seguir escribiendo y en mente, un nuevo proyecto profesional. No estoy en condiciones de reincorporarme aún al trabajo, necesito dormir mucho y allí las cosas están francamente mal. No sé si cuando me sienta recuperada tendré aún mi puesto en la nueva N+1 – Mercapital. Lo que tengo en la cabeza es algo aún sin forma definida. Necesitaré algo de formación, pero creo que tengo lo más importante, que es la capacidad de empatía, comunicación y visión integral de los problemas. No tengo prisa, ya irá definiéndose más adelante. Si tienes claro a dónde vas, el cómo suele ir apareciendo solo.

No tengo costumbre de ver las noticias: si pasa algo importante siempre hay alguien que te lo cuenta. Tampoco leo los periódicos, es un principio inquebrantable que me viene de la época en que por obligación cada mañana a las ocho durante años tenía que leerme el Expansión, Cinco días, El País, el Mundo y el New York Times, y de tantos y tantos domingos y días de verano con un marido ausente, inmerso en  montañas de periódicos que se le acumulaban y que nunca dejaba de leer aunque fueran atrasados. Sin embargo, si alguna vez de tanto en tanto cae alguno en mis manos, suelo leer algún editorial o artículo que llamen mi atención. Hoy ha sido el ABC en el tren. Una reflexión sobre el amor y el matrimonio que por cierto comparto bastante. Habla de amor humano y divino. Yo a Dios no sé qué nombre ponerle, ni qué religión aplicarle, únicamente el convencimiento interno, llamémosle fe, de que existe e influye en nuestras vidas. Lo comparto con vosotros a modo de reflexión sobre las parejas.

Espero que estéis pasando un buen verano, allá donde estéis.

Besos,

Irene


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